‘1984’: Veo cinco dedos

IGNASI ESTRUCH

En pleno siglo XXI, 70 años después de su publicación, 1984 sigue alzándose como un incisivo análisis crítico de los sistemas totalitarios, en general, y del soviético-estalinista, en particular. Ahora bien, más allá del obvio análisis político del poder como fin en sí mismo, así como, de las indudables correlaciones que se pueden trazar, en primer lugar, entre la neolengua orwelliana y el lenguaje políticamente correcto actual, y en segundo lugar, entre la manipulación de los hechos históricos y la construcción de un relato en base a las creencias y las emociones personales, en lo que se ha llamado posverdad, en la formación de la opinión pública, podemos hallar en una lectura crítica de la novela, cómo ésta revela varios aspectos angustiosos que afectan a la naturaleza humana y a la forma en que esta enfrenta la lucha por la libertad y la dignidad. Un ejemplo de ello lo encontramos en el siguiente párrafo, extraído de la página 278 de la edición de 1984 publicada por la Editorial Destino en el número 54 de su colección Destinolibro (en concreto, la sexta edición, de enero de 1984):

O’Brien le enseñó los dedos de la mano izquierda con el pulgar oculto.

Aquí hay cinco dedos. ¿Ves cinco dedos?

Sí.

Y los vio durante un fugaz momento.

Leer el párrafo en cuestión, desde el punto de vista de los procesos de percepción, nos lleva a interrogarnos sobre la autenticidad de lo que éste afirma. Es decir, ¿es posible ver cinco dedos si nos muestran sólo cuatro?

Si partimos de la hipótesis de que existe una necesidad innata de regularidad en el hombre, y nos amparamos en los avances de la psicología cognitiva, podemos afirmar que la percepción no es un proceso pasivo. Es decir, que no sólo depende de los estímulos generados por la experiencia sensible, sino que para que la mente pueda configurar dichos estímulos sensibles, se ha resaltado la importancia de las condiciones en las que se experimenta la realidad.

Ver significa ver en relación. Y esto conlleva que la percepción y su correlato indisoluble, la cognición, trabajan siempre relacionando el objeto con un contexto.

El problema, pues, se reduce al contexto. En un contexto como el que nos plantea Orwell, el de una sociedad sometida a una organización, el Partido Interior, que sólo existe para articular las condiciones de posibilidad que hagan efectivas su voluntad de control y dominio, es posible someter de tal forma la voluntad de un hombre para que éste llegue a ver cinco dedos donde sólo hay cuatro.

Ahora bien, en relación con la significación de 1984 hoy, lo que nos podríamos preguntar es, si en pleno siglo XXI, sería posible ver cinco dedos si sólo nos enseñasen cuatro.

Y como hemos visto, se trata de una cuestión de contexto. Y una visión del contexto político-económico-social de las democracias occidentales actuales nos hace caer en la cuenta de que vivimos en una realidad en que vida personal, vida social y vida política se ven presionadas por diferentes poderes cuyas decisiones, con amplias consecuencias sociales, son tomadas cada vez más en base al análisis de datos masivos personales, proporcionados en su mayor parte con nuestro ingenuo consentimiento.

Es por ello, que es necesario reflexionar sobre las nuevas formas en que el poder influye en nuestro hábitat social y personal. Es decir, en el modo en que habitamos nuestras ciudades y también, porque no, en el modo en que habitamos nuestro cuerpo. Para ello nos pueden ayudar los estudios realizados por el pensador francés Michel Foucault. Para Foucault, poder y saber están íntimamente imbricados, conformando unos regímenes de saber y poder. Esto es, que la separación habitual que se hace entre saber y poder esconde el hecho de que en la realidad social uno y otro están siempre conectados.

Cuando en las lecciones de 1978 en el Collège de France, Foucault habla del poder pastoral se refiere a un tipo de gobierno de los hombres, la versión cristiana del cual posee unas características que revelan muchos paralelismos con las formas y acciones del poder en nuestro mundo digital. Alguna de las características del poder pastoral descritas por Foucault son las siguientes:

  • Se trata de un poder ejercido sobre una multiplicidad que debe ser conducida por un guía y, a la vez, se trata de un poder individualizador, ya que el guía dirige toda la multiplicidad, con la condición de que nadie sufra daño.
  • Este poder debe ser benévolo. Vela por aquellos a los que cuida.

Un poder, pues, benévolo e individualizador, que con la irrupción de la tecnología digital está produciendo nuevos modos de articulación de los regímenes de saber y poder actuales. Y estos nuevos modos de articulación del poder con el saber los denominamos racionalidad neoliberal, y se concretan en todo el conjunto de procesos de economización y mercantilización que afectan a todos los ámbitos e instituciones de la sociedad occidental. Por ejemplo, las privatizaciones que conllevan una reducción de las funciones del Estado, la atenuación radical del ejercicio de la libertad en las esferas social y política, la gobernanza de acuerdo con valores de mercado que reformula la democracia, etc.

La paradoja es que todo ello se desarrolla no en un entorno disciplinario, como el que sufre Winston Smith, el protagonista de 1984, sino en un entorno basado en principios democráticos, en que se resalta la delegación de autoridad y la responsabilidad del individuo por parte de los responsables de las diferentes instituciones, tanto públicas como privadas, en la resolución de los problemas. No obstante, es evidente que el poder delegado, así como la responsabilidad, no equivalen a la descentralización y al empoderamiento. Al contrario, el poder digital propio de nuestros tiempos no sólo registra nuestros movimientos, sino que los produce y los modifica.

Quien controla los datos y los algoritmos dispone de una presunción de autoridad y de una ilusión de control cuasi mitológicas. Se sirve de la tecnología móvil para capturar la atención de los usuarios y generar subjetividades (gustos, estados de ánimo, estilos de vida, etc.). Los usuarios de los medios tecnológicos actuales se sienten partícipes de una comunicación libre y de todo tipo de experiencias positivas, quedando de esta forma expuestos a las nuevas formas de circulación del poder.

Se trata pues de un poder ubicuo y omnipresente, continuo y previsor. Se trata, pues, de un Big Brother, pero a diferencia del Gran Hermano imaginado por Orwell, se trata de un Gran Hermano amable, y es esta amabilidad la que, en definitiva, legitima su carácter invasivo y constante.

En respuesta a la pregunta que ha guiado esta reflexión en torno a la novela de George Orwell, podríamos contestar afirmativamente: durante un fugaz momento, ante una mano con un dedo oculto veo cinco dedos. Veo cinco dedos, porque me lo han twitteado, veo cinco dedos porque es lo que me recomienda Amazon, veo cinco dedos porque Google Maps así me lo indica, veo cinco dedos porque está en todas las listas de Spotify, veo cinco dedos porque lo acaban de subir en Instagram…

 

Ignasi Estruch es ingeniero y estudiante de Humanidades

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