10 principios de la construcción del candidato

ÁNGEL DE LA CRUZ

Hace unos meses, estudiamos 10 principios de una campaña electoral y 10 principios de la comunicación política en este mismo medio. Nos faltan 10 principios que un líder político, especialmente si se trata de un candidato electoral, debe tener en cuenta para posicionarse de manera efectiva en un escenario altamente competitivo. Partimos del siguiente axioma: los liderazgos son contextuales y, por tanto, se construyen. Con este artículo cerramos la trilogía de 10 principios que pertenecen a los talleres de Construyendo la estrategia electoral: teoría, método y práctica que estamos realizando desde la Fundación de Estudios Críticos de cara a las elecciones municipales. Esperamos que os sean útiles.

  1. Escribe tu propia historia o te la escribirán otros (y serán menos benévolos)

Muchos candidatos no saben explicar quiénes son. Partiendo de lo estudiado en los artículos anteriores, el candidato es la materia prima de una campaña, que en buena medida consiste en la confrontación de las narrativas de los distintos candidatos de la contienda. Así las cosas, el relato del candidato es imprescindible: la historia del «yo» debe conectar con la historia del «nosotros» y del «momento» (y sus exigencias). Los candidatos no son jugadores de fútbol y, aunque sus cualidades «técnicas» se pudieran cuantificar del a 1 al 100, estas no son determinantes. No es mejor candidato el más cualificado. Un mismo candidato en un mismo sitio puede ser el mejor o el peor dependiendo de los contextos que se entrelazan en una campaña electoral (culturales, históricos, coyunturales, mediáticos, etc.). La clave es esa conexión del «yo» con el «nosotros» y el «momento». Siguiendo a los griegos y el consejo milenario de Sun Tzu: empieza por conocerte a ti mismo. Si tú no te defines te definirán otros, y eso, por motivos obvios, no te interesa.

  1. Keep it real: sé auténtico

No te flipes. No finjas, no engañes, no trates de ser quien no eres. En argot rapero, no te «guilles». Es mejor un candidato modesto pero auténtico que un candidato espectacular que sobre el papel cumple todos los requisitos del supuesto candidato ideal, pero no suena creíble. Aunque no nos guste, en política importa más la verosimilitud que la verdad. Ante todo, sé tú mismo. La autenticidad es un valor incalculable que cada vez cobra más valor. La sofisticación está bien cuando es natural y no se imposta. Si eres una persona seria no te vistas de payaso: la clave no está en que te transformes en el candidato que los ciudadanos supuestamente necesitan, sino en crear en los ciudadanos la necesidad de un candidato con tus cualidades. ¿Por qué los Estopa nos siguen gustando tanto 25 años después? Porque, más allá de lo musical, siguen siendo los mismos, y eso, en un sistema mediático-musical que convierte a los artistas en clones, vale doble. Cuida aquellos atributos que te hacen único. Perdón por la cursilería rimada, pero si no te distingues, te extingues.

  1. Define de qué eres el candidato: ¿por qué quieres ganar?

Si le preguntamos a un candidato por qué quiere ganar es muy probable que no sea capaz de responder sin titubear. Tenemos serios problemas cuando esto ocurre. Cada candidato debe ser el candidato de una causa que lo diferencie de los demás. Esa causa debe ser la síntesis del posicionamiento como candidato: quién eres, cuál es tu papel en el escenario competitivo y para qué sirves, esto es, por qué quieres ganar. Todo lo que hace un candidato comunica (también lo que no hace). Sin embargo, ningún candidato debería caer en la tentación del «influencer»: lo importante son las causas que defiendes, no el tipo de tostadas que desayunas por la mañana. Tus características personales solo importan cuando conectan con causas. Si no lo hacen, no le interesan lo más mínimo a nadie. Céntrate en dejar bien claro por qué tendrían que votarte a ti y no a cualquiera de tus rivales, para qué sirve hacerlo, por qué quieres ganar. Si identificas tu «razón de voto», tienes medio trabajo hecho.

  1. Y la gente qué opina: analiza cuál es tu posicionamiento real

Es muy probable que tu posicionamiento en tu cabeza no coincida con el posicionamiento real, esto es, tu posicionamiento en la cabeza y en el corazón de la gente a la que te diriges. Te guste más o menos, no eres tanto lo que pones en tu programa o lo que dices en tus discursos como lo que la gente cree –y ve– que eres. Una de las tareas de la campaña es reducir la distancia entre el posicionamiento objetivo de partida y el posicionamiento óptimo a través de causas. Tienes cualidades que en tu círculo más cercano conocen bien, pero que no son políticamente operativas si la gente no las conoce y las asume como válidas. Volvemos a la importancia del primer punto: conócete a ti mismo, también, a través de los demás.

  1. Evita el aislamiento

Rodéate de los mejores y escúchalos. Haz equipo. Intenta ser un líder de líderes. No te alejes de la gente. Un político nace, crece, se aísla y muere. Ese es su ciclo vital y no suele ser muy longevo. Si no quieres quedar encerrado en una burbuja tendrás que aprender a escuchar opiniones diferentes y críticas, no como una generosa concesión a los demás, sino como la forma de trabajo más efectiva también para la consecución de tus objetivos. Lo advirtió Maquiavelo hace unos siglos: el político que construye una fortaleza para refugiarse en ella acaba prisionero de sus muros.

  1. La política es ingrata, no esperes nada a cambio

Por norma general, la gente no vota tras hacer un análisis racional del trabajo realizado durante un mandato, sino con una expectativa de futuro. Alguien puede ver esto como una expresión de «irracionalismo» (siempre ajeno) propio de la posmodernidad, pero lo cierto es que esto ya estaba en Quinto Tulio Cicerón. La gente no te va a votar para agradecerte el buen trabajo realizado durante cuatro años, sea en la oposición o en el gobierno, sino porque cree que lo vas a seguir haciendo bien y se va a beneficiar de ello. Se parece, pero no es lo mismo. En realidad esto ocurre en todos los trabajos. Incluso los míticos capitanes del Real Madrid son despedidos sin miramientos y a pesar de sus imponentes trayectorias en el momento en el que alguien que entiende el sistema cree que no son útiles para la temporada siguiente. La gente los llora un día. Cuando hablamos de futuro (y de expectativa) nos referimos al día siguiente de las elecciones, no necesariamente a un medio o largo plazo. El voto que define las elecciones es instrumental, de ahí la importancia de que respondas con precisión a la pregunta de para qué sirve votarte. Eres un modesto portavoz de causas, no seas tan solemne, no te tomes tan serio. Entender esto te ayudará, paradójicamente, a no rendirte.

  1. Cuida tu reputación

El bien más preciado de un líder político y de un candidato es su reputación. Para bien o para mal, la reputación es una construcción pública permanente atravesada por varias intermediaciones, pues no está «determinada» por las cualidades objetivas o la acción concreta del candidato. De nuevo Maquiavelo: «Todos pueden ver lo que pareces, pero pocos saben lo que eres». «Y lo que haces», podríamos añadir. El maestro florentino anticipó la política como guerra de percepciones. La reputación del candidato funciona como heurístico cognitivo, esto es, como atajo mental, para lo bueno y para lo malo. Ten en cuenta que un fallo pesa más que diez aciertos, pues en caso de duda lo negativo anula lo positivo de muchas maneras, por eso una sola cucaracha arruina un cuenco entero de cerezas exquisitas y relucientes. La credibilidad es como la virginidad: una vez que se pierde no se puede recuperar. La coyuntura política te exigirá flexibilidad táctica, pero mantén la coherencia estratégica.

  1. Valora la «micropolítica», genera elementos de memoriabilidad

 La pandemia aceleró el proceso de «territorialización» de la política. El candidato debe tener, siguiendo con los hermanos Muñoz, «los pies en el subsuelo». La autoridad vertical que ordenaba nuestra manera de relacionarnos y por tanto la política está en una crisis terminal. Si pretendes dar un paso al frente y que los demás se cuadren detrás de ti, olvídate. Da igual que seas una eminencia, si «bajas» a un territorio, olvídate. El candidato es uno más, un modesto portavoz de causas que se relaciona horizontalmente con los demás. La contienda municipal se libra en el ámbito de la «micropolítica», en los espacios intermedios alejados de la liturgia institucional. El contacto personal y la cercanía son insustituibles. La batalla está en la cotidianidad mundana, no en los grandes escenarios.

  1. Ponte en el lugar de la gente y hazte estas tres preguntas

Se ha escrito mucho a lo largo de las últimas décadas, pero las tres preguntas del inefable republicano Karl Rove siguen vigentes. Primera: ¿eres un candidato fuerte? Segunda: ¿puedo confiar en ti? Tercera: ¿te preocupas de los problemas de la gente como yo? En tres palabras: liderazgo, honradez y proximidad.

  1. Sé humilde

En todo relato político hay algunos elementos universales como el reto, el antagonista, los obstáculos y el héroe. Tú no eres el héroe, sino un modesto portavoz de causas que te trascienden y que son más importantes que tú. No olvides nunca que incluso el mejor candidato está ahí gracias a la gente. Esta declaración, aparentemente obvia e incluso naíf, tiene profundas implicaciones políticas a la hora de construir un liderazgo. La humildad te hará entender que es posible que en una campaña tengas que salirte del foco y ocupar un papel secundario, o luchar por apoyos de gente que te ve simplemente como el mal menor y no como el insigne portador de una alternativa. Los electores no son fans, no pretendas su admiración. La clave no está en la simpatía, sino en la empatía. Lo importante, recuerda, son las causas, no tu reconocimiento.

 

 

Ángel de la Cruz es Presidente de la Fundación de Estudios Críticos, editor de la revista cultural laU y especialista en campañas electorales por la UCJC (@angeldelacruziu)