Las encuestas en periodo electoral

El pasado viernes realizamos un Beers&Politics donde contamos con la participación de Vicent Martínez, periodista, master en marketing político y estrategia electoral, y que desde enero de 2009 trabaja en el gabinete de la conselleria de Governació de la Generalitat de Catalunya. El viernes, Cento nos habló de cómo se realizan encuestas en periodo electoral, y la manera de entenderlas:

Una encuesta es un instrumento de análisis social, un estudio estadístico con la intención de averiguar la opinión de un grupo determinado de gente sobre una cosa o unas cosas concretas. Es un estudio estadístico, una prospección, donde suponemos que lo que responde determinada gente, escogida expresamente, se puede extrapolar a la opinión general. Las encuestas no son la realidad, son una fotografía de la realidad. Y es una imagen fija, además.

¿Cómo se hace una encuesta?

Qué quieres saber: una encuesta está compuesta por un cuestionario, es evidente. La forma de plantear las preguntas y la orden en que las pones, el nivel de lenguaje utilizado, y mil factores más pueden influir sobre las respuestas.

De quién lo quieres saber: universo. El universo es toda la población de la cual quieres conocer la opinión. Por ejemplo, en una encuesta preelectoral es la población con derecho a voto.

A quién se lo preguntarás: muestra. La muestra es la parte del universo que será encuestada. La elección de la muestra es la clave para hacer una buena encuesta, es la parte más complicada y delicada. Una muestra mala destroza una encuesta, da resultados distorsionados y nos puede inducir a graves errores de interpretación de la realidad.

El tamaño de la muestra marcará también la fiabilidad de las respuestas: cuánta más muestra, mejores resultados, sí, pero no es lineal. Es una ecuación con raíz cuadrada. Se considera que para un universo del tamaño de Cataluña una muestra de 1.200 empieza a ser fiable, un 3% de margen de error, 2.100 es casi el ideal, da un margen de error del 2 y pico por ciento. A partir de aquí no compensa la inversión para el resultado, pero menos de 1.000 es peligroso, ya no sólo por el margen de error (3,16%), sino por la propia medida de la muestra: si hay un error, es mucho más evidente.

Cuidado con las reducciones de la muestra por parte de la encuesta: en encuestas preelectorales, las provincias. Aventurar escaños por provincia cuando has hecho, por ejemplo, 150 encuestas en Tarragona no es que sea arriesgado, es directamente adivinar. Y más aún con un sistema de otorgamiento de escaños como la Ley de Hondt. Si, de los 1.200 encuestados, un 7% dice que votan a Iniciativa, son 84 respuestas. Cualquier conclusión que extraigamos de esta muestra tan pequeña (valoración de líderes, movilización) lo tenemos que coger con pinzas.
Aquello realmente importante no es el tamaño de la muestra, sino su representatividad, que esté bien escogida y bien trabajada. Tiene que estar bien estratificada, con cuotas fijadas por edad, sexo, tamaño de municipio… No es lo mismo una ciudad de 30.000 habitantes como Molins de Rei o como Manlleu.

Como lo preguntas: trabajo de campo. Encuestas telefónicas, presenciales, en la calle, en casa… cada modalidad tiene sus ventajas e inconvenientes. El CIS hace encuestas presenciales y la mayoría del resto son CATI, encuestas telefónicas asistidas por ordenador.

Datos-cocina

Cuando acabas la encuesta, tienes una serie de datos, unas respuestas a unas preguntas que hay que interpretar y trabajar. Más allá de las eliminaciones de las series de respuestas inconexas y claramente erróneas, sobretodo en las encuestas preelectorales existe la necesidad de “cocinar”. Todas las encuestas están cocinadas (menos, en teoría, la del CEO), no nos engañamos, es lógico y es bueno que así sea. De hecho, contextualizar los datos ya es cocinarlas. Y hacer una prospección de escaños sobre estos datos es hacer un menú de boda gitana.

En las encuestas de intención de voto la cocina es imprescindible. Si los datos que nos ofrece el CEO fueran ciertos votaría el 70% de la población y el PP sería casi extraparlamentario, por ejemplo. Una y otra cosa son, evidentemente mentira. Eso, los institutos de opinión lo saben y por lo tanto tratan los datos, modulan las respuestas, ponderan los diversos factores y nos ofrecen un resultado ajustado a lo que ellos creen que podría pasar. Eso es la cocina.

El problema es cuando la cocina sirve para contentar a los clientes o tiene una intencionalidad evidente. Las mismas respuestas, con cocinas diferentes, pueden dar pie a resultados globales diametralmente diferentes. Algunos mecanismos de corrección son el propio histórico electoral, ratios numéricos de voto por personas y partidos… cada maestrillo tiene su librillo. El CIS cocina, lo admite, y además suele ser una cocina conservadora: suele acertar, pero le cuesta detectar los cambios rápidos. Feedback también cocina desde la honestidad. Coge el trabajo de campo del CEO y lo analiza en base a criterios propios, y ofrece entonces resultados extrapolados cuando el CEO nunca da.

Utilidad de las encuestas

¿Qué nos interesa de una encuesta? Nos solemos fijar en dos aspectos principalmente: el reparto de escaños y el porcentaje de voto. También llama la atención la valoración de líderes. Pero lo tenemos que saber poner todo en un contexto correcto. Además, como hemos dicho, el reparto de escaños es poco menos que brujería.

La parte que Vicent cree que es más interesante de una encuesta:

Cruce de intención de voto por recuerdo de voto. Nos detecta la movilización. Pierden importancia los porcentajes concretos, pero nos dice de forma muy fiable quién está movilizado, quién no, quien se cambia de voto, quién se va a la abstención, quien no lo tiene claro. La cuantificación es importante pero no definitiva. También es útil saber el nivel de aceptación que tiene el líder entre sus propios votantes y entre los votantes de los partidos con quien tienes frontera. Y la proximidad o lejanía hacia los otros partidos. Son aspectos mucho más interesantes para interpretar bien una encuesta que no la previsión de escaños.

¿Entonces, por qué existe la previsión de escaños? Por un tema eminentemente mediático: la sobreatención que merecen las encuestas en período electoral. En todo caso no deja de ser un síntoma de los propios vicios de la profesión: la busca del dato impactante. Es por eso que la mayoría de periodistas políticos de este país, aunque hayan aprendido a interpretar de forma correcta los datos de encuestas (especial mención a Carles Castro, de La Vanguardia), la propia rutina informativa del medio te impone informar sobre si CiU ha subido dos escaños o si Esquerra se ha recuperado mínimamente, cuando pasar de uno 37,5 a un 35% o de uno 6 a un 8% es estadísticamente supérfluo.

Influencia en la campaña

Esta atención que le prestan los medios de comunicación nos sirve para introducir otro punto del debate: ¿qué influencia tiene una encuesta de opinión política sobre la propia opinión política? Más allá de ocupar un espacio mediático considerable, se producen efectos sobre el electorado. Son muy difíciles de medir, no sé si un sociólogo nos puede ayudar, pero normalmente se habla de dos efectos, principalmente: el efecto underdog y el efecto bandwagon.

El efecto underdog es cuando una encuesta otorga unos resultados malos a una candidatura, y eso hace despertar, por una parte, a los votantes apáticos de aquella opción, que se sienten impulsados a votarlos, o también una cierta empatía con aquél que está pasando problemas, un poco un efecto Maria Teresa de Calcuta, que puede llevar a votar al perdedor gente que no tenía intención de hacerlo. Se suele poner como ejemplo Truman en 1948: todo un general, un héroe de guerra de la Guerra Mundial, vapuleado en las encuestas. Ganó la presidencia.

El efecto bandwagon se podría definir como apuntarse al carro ganador. Más allá de las “Calcutas”, a nadie le gusta ser de un equipo perdedor, por lo tanto si eres una persona más o menos indecisa te apuntas a lo que es evidente que ganará. Para Vicent, el efecto bandwagon es mucho más habitual. Por otra parte, también se puede producir una cierta relajación entre los votantes de una opción si tiene el éxito asegurado y después pasa lo que pasa, hay gente que apunta que en 2006 hubo parte de culpa en este tema para que CiU no pudiera ganar de forma suficiente en Cataluña.

Por último, tengamos una cosa clara: la gente miente, miente mucho, y es muy evidente que miente.

Muchas gracias a Vicent y a los asistentes. Nos vemos en el próximo Beers&Politics.
Con respecto al tema encuestas, Vicent recomienda seguir El pati descobert.