Pinochet, ¿hincha de Colo Colo o del poder?

CRISTIAN LEPORATI

El fútbol en Chile trasciende las marcadas divisiones de clase y ha sido un articulador histórico de identidad nacional tanto en el plano local como internacional. En el país hay sólo dos espectáculos que superan los 40 puntos de rating en televisión abierta, el Festival Internacional de la Canción de Viña del Mar y la selección nacional de fútbol; y esta última, es capaz de paralizar el país por la pasión chauvinista que los chilenos instalan en cada partido internacional; dimensión identitaria que se ha fortalecido los últimos años con las olas migratorias.

De alguna forma, Colo Colo, el equipo del pueblo, posee un sentir y un impacto similar al de la selección nacional. No hay en Chile un solo equipo que sea capaz de llenar un estadio de Arica (límite norte de Chile) a Punta Arenas, la ciudad austral de mayor población. La dictadura militar y Pinochet lo sabían, como también que fútbol y política han ido de la mano siempre. A modo de ejemplo, recuerdo que el presidente Piñera, dos meses después de perder en segunda vuelta ( 2006 ), procede a comprar un paquete accionario importante del club Colo Colo. Intuía que para ser presidente del país debía ser hincha del club, estrategia política que siguió hasta fines del 2010, una vez que accedió a su primer mandato. Procediendo a vender las acciones una vez logrado el objetivo.

Como toda actividad humana, el fútbol, es un acto político en su esencia. Pierre Bordieu, el sociólogo francés, argumentaba que el fútbol (como deporte de masas) es un deporte inherentemente popular, tanto en su práctica como en su consumo, lo que ha llevado a diferentes líderes políticos a lo largo de la historia a utilizarlo como un arma a su favor. Pinochet siguió al pie de la letra esta lógica durante los 17 años de dictadura.

Una de los proyectos del régimen militar fue descentralizar el país, por lo que se estableció entre 1974 y 1976 un nuevo plan de organización territorial que modificó la administración geopolítica del país; y de esta forma, “…el proyecto fue vinculado al fútbol, puesto que el régimen propuso un plan para masificar este deporte por todo el país, ya que tenían en cuenta el valor propagandístico y de control social que se le podía asignar a este deporte…” (Udp). El primer club fundado en la dictadura fue Malleco Unido, en marzo de 1974. Seguido por Cobreloa de Calama, fundado en enero de 1977; club financiado por Codelco (minera estatal del cobre) y por los trabajadores de la División Chuquicamata. Este club llegó dos veces a la final de la copa Libertadores de América, con lo que el régimen militar distrajo a los mineros chilenos, el cual era un grupo de presión política de gran importancia en el movimiento popular. Seis años más tarde, influirían directamente en las primeras protestas populares en medio de un escenario de crisis económica y descontento social.

A su vez, Colo Colo, dada su gran popularidad e impacto social, fue utilizado por la dictadura en reiteradas ocasiones, cuando la contingencia amenazaba los intereses del régimen. Siguiendo así el mismo derrotero de Cobreloa como eficaz distractor comunicacional. Tal como señala el diario La Tercera al afirmar que esto lo hacían a través de Televisión Nacional (canal estatal, TVN): “Había una buena relación de Colo Colo con TVN y había vínculos con Dragicevic y Menichetti. Se trajo a Elías Figueroa, quien después estuvo en el Área Deportiva comentando…”, explica Carlos Ramírez, exproductor de TVN. También el canal nacional, dice Ramírez, “tenía la orden de organizar torneos exprés para que coincidieran con alguna protesta importante”. Agrega, “los cuadrangulares se hacían fuera de Santiago, y eran cuando se anunciaba alguna protesta. Siempre se contaba con Colo Colo. Así, la gente estaba en sus casas y no salía. Era bueno transmitir a Colo Colo, porque daba rating y nos permitía competir con Sábados Gigantes y Don Francisco”.

 

¿Pinochet hincha de Colo Colo?

El mito se sustenta esencialmente en que el club de fútbol no tenía los fondos para terminar el tan ansiado estadio propio, lo que ocurre finalmente en 1989, un año después del plebiscito. A lo dicho, el primero de octubre de 1988 La Tercera titulaba: “¡300 millones para Estadio Colo Colo!” ofrece el gobierno; y continúa, “Pinochet ordenó fondos para terminar la segunda fase del complejo deportivo”. Recuerdo que todo esto se produce sospechosamente días antes del plebiscito que decidía la suerte de la dictadura, lo que ocurrió un 5 de octubre de 1988. Para continuar alimentando el mito popular, el día anterior, Peter Dragicevic (presidente) le comunicaba a los medios que ya contaba con el presupuesto para terminar el estadio Monumental, y que la Colotón, especie de Teletón para levantar recursos de seguidores y empresarios, había sido un éxito.

Existe claridad que, a esas alturas del “partido”, lo único que le interesaba a la dictadura y por lo tanto a Pinochet, era permanecer en el poder. Y para lograrlo, qué mejor que conquistar el corazón de los adeptos al club más popular del país.

Como se puede percibir, el general Pinochet no cumplía con la más mínima definición de lo que debe ser un hincha de fútbol, al decir de Eduardo Galeano: “El hincha agita el pañuelo, traga saliva, glup, traga veneno, se come la gorra, susurra plegarias y maldiciones y de pronto se rompe la garganta en una ovación y salta como pulga abrazando al desconocido que grita el gol a su lado”.

Pero de acuerdo al periodista Jeser Lara, de la radio Bío Bío, el dictador sí sentía cierto aprecio por un club de fútbol. Después del fracaso de Chile en el Mundial de España (1982), su entrenador Luis Santibáñez renuncia y va a firmar su nuevo contrato con el segundo club más popular del país, Universidad de Chile, al mismísimo palacio de gobierno, La Moneda. Ahí trabajaba Ambrosio Rodríguez, procurador general de la República (1982-1984) y fanático presidente del club deportivo en cuestión. La firma no duró más de dos minutos, pero cuando se retira Santibáñez de La Moneda, está repleta de periodistas cubriendo la noticia. El asunto no pasó a mayores ese día, pero al día siguiente cuando Rodríguez vuelve a su trabajo, en uno de los patios del palacio de gobierno caminaba Pinochet, ve al procurador y lo llama… le dice: “¡Cómo trajo a ese guatón a firmar aquí por la Chile, sabiendo que yo soy wanderino!” Efectivamente, Pinochet no era fanático del fútbol, pero seguía los resultados de Santiago Wanderers. El general nació y vivió en Valparaíso, puerto emblemático del país.

El dictador siempre tuvo el deseo de tener un mayor poder sobre Colo Colo por distintas contingencias políticas, pero su corazón era “caturro” (wanderino).

 

Cristian Leporati es Director de la escuela de publicidad y académico de la Universidad Diego Portales. (@cleporati)

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Bibliografía

– El mostrador. Fútbol chileno y dictadura: mucho más que el “estadio de Pinochet”.

– Udp. Los militares, la Dictadura y el fútbol profesional: El complejo control del deporte más popular (Chile 1975-1981)

– La Tercera. El origen del Monumental y el rol de Pinochet.

– Radio Bío Bío. ¿Era realmente hincha de Colo Colo?: La verdad tras el equipo preferido de Augusto Pinochet.