Discurso de Pedro Sánchez en la Asamblea General de las Naciones Unidas

PEDRO SÁNCHEZ

Señor presidente, excelencias,

En este mismo instante, cuando inicio mi intervención ante ustedes, una joven embarazada de Sahel se está subiendo a una balsa de plástico hacinada, arriesgando su vida para cruzar el mar en busca de un futuro mejor. Sabe que es un viaje de final incierto porque, desgraciadamente, el Mediterráneo se ha convertido en el mayor cementerio marino del mundo. Huye del hambre, de la sequía, pero no tiene alternativa.

Al otro lado del Atlántico, una familia de cualquier país de Centroamérica cruza a pie el Norte de México porque están tan desesperada que ningún muro, por alto que sea, podrá frenar su voluntad de encontrar paz, comida y techo para sus hijos.

En este mismo instante, cuando estoy hablando ante ustedes, un robot estará operando con total precisión a un paciente en un hospital de Tokio salvándole de lo que hace años habría sido una muerte segura.

Y al otro lado de la pared del quirófano, en la sala de espera, sus seres queridos están viendo en la pantalla de una televisión cómo una familia huaipai llora desconsolada porque sus casas y sus poblados están ardiendo en el corazón del Amazonas. Y, a su vez, en el bullicio de las calles, uno de los miles de riders que trabajan en Manhattan, en Londres o en Madrid estará recibiendo el encargo de un pedido que alguien ha hecho desde su móvil. Cobrará unos centavos por cada minuto del trayecto pero, aun así, cogerá la bicicleta, hará la entrega y esperará a recibir un nuevo mensaje para continuar su jornada; no tiene otra alternativa.

Lo que les estoy contando bien podría ser el guión de una serie distóptica que abunda en la televisión en estos días, pero no es así. Estoy reflejando historias reales, de personas reales, que están pidiendo a gritos que actuemos. Son ejemplos claros que tienen que ver con la magnitud de los desafíos globales a los que nos enfrentamos hoy: la emergencia climática, el hambre, la presión migratoria, la revolución tecnológica y digital, la desigualdad social y también la de género o el discurso del odio tan presente en nuestros días.

Señor presidente,

Estamos aquí presentes los casi 200 países que componemos las Naciones Unidas. Y quiero aprovechar el privilegio que me concede estar en este atril para lanzar un sencillo mensaje pero, también, rotundo: actuemos. Actuemos ya porque la tierra se está desangrando. Actuemos ya porque los problemas de la gente no pueden esperar. Actuemos ya porque los retos de este milenio desbordan los límites y capacidades de nuestros estados-nación. Que esta Asamblea sirva de verdad. Que tal y como nos pidió el Secretario General, Antonio Guterres, vengamos con menos discursos y con más planes. Con menos palabras grandilocuentes y con más compromisos claros. Hechos. Hechos es lo que nos piden los ciudadanos y las ciudadanas.

Nunca antes la historia de la humanidad había sido tan crítica y tan urgente la necesidad de trazar un proyecto compartido. Y tenemos la inexcusable responsabilidad de establecer cuál es nuestra visión del futuro.

Permítanme compartir con ustedes algunas preguntas: ¿Tenemos claro de qué problemas estamos hablando hoy? ¿Compartimos todos el mismo diagnóstico? ¿Sabemos qué mundo queremos dejar a nuestros biznietos? ¿Hemos decidido cuál es nuestro papel en ese cambio?

Yo quiero pensar que sí conocemos las respuestas a estas preguntas. Y como quiero ser consecuente, permítanme responder a esas mismas preguntas desde la voz y la contribución del país que tengo el honor de liderar, que es España.

En primer lugar, porque tengo bien claro, como presidente de España, que los retos más urgentes son los de los protagonistas de las historias que acabo de relatar: el hambre, la emergencia climática, la revolución digital, la desigualdad económica y social, la desigualdad de género, las dificultades para el acceso de las personas con discapacidad al día a día, la violencia de la guerra y, sin duda alguna, también la discriminación.

En segundo lugar, España defiende una acción global conjunta y para ello invocamos, cada vez que venimos aquí, la Declaración Universal de Derechos Humanos. Para ello hemos firmado el Acuerdo Climático de París y la Agenda 2030, con sus 17 objetivos de desarrollo sostenible.

En tercer lugar, sí sabemos qué mundo queremos dejarles a nuestros descendientes: queremos un mundo justo, sostenible, igualitario. Queremos una comunidad internacional que apuesta por un nuevo contrato social global, que es la Agenda 2030. Queremos Gobiernos corresponsables, comprometidos con la conservación de nuestro planeta, con el desarrollo sostenible, con la expansión y la reafirmación de los valores democráticos.

Y, por último, tenemos muy claro el papel que España quiere jugar. Nuestro país quiere jugar el papel de una sociedad comprometida, solidaria, consciente, una sociedad que se pone al frente y que quiere liderar, junto con otros países, esos grandes cambios.

A las puertas del 75 Aniversario de Naciones Unidas, que se celebrará el próximo año, España, que fue uno de los primeros Estados del planeta, no formó parte, sin embargo, de los Estados fundadores de esta gran institución que es Naciones Unidas. Y no lo fuimos, por una sencilla razón: la dictadura franquista tuvo sometido a nuestro país durante 40 años. Fue una dictadura que colaboró con el régimen nazi en la Segunda Guerra Mundial, algo incompatible con formar parte de una organización que se construyó, precisamente, para lo contrario, para fomentar la paz y los valores democráticos.

España abrazó la democracia posteriormente y salió de aquella dictadura sombría hace 40 años. Y fue capaz de construir un país próspero, libre, descentralizado, unido en su diversidad. Uno de los países con la mejor asistencia sanitaria. Uno de los países más seguros. Uno de los países considerado internacionalmente como una de las grandes democracias sólidas y garantistas del mundo. El mejor país para viajar y uno de los mejores países para vivir.

Hoy, para España, es un día muy importante, excelencias.

Hoy, 24 de septiembre de 2019, se ha producido un anuncio muy importante para la sociedad española. Hemos cerrado simbólicamente el círculo democrático, puesto que el Alto Tribunal, el Tribunal Supremo de España, acaba de autorizar la exhumación del dictador franco del mausoleo público en el que estaba enterrado con honores de Estado. Es una gran victoria de la democracia española.

Hoy, 24 de septiembre, cerramos, por lo tanto, un capítulo oscuro de nuestra historia y comenzamos las labores para sacar al dictador Franco de donde han reposado inmoralmente durante demasiado tiempo. Porque ningún enemigo de la democracia merece un lugar de culto ni de respeto institucional.

Los españoles y españoles eligieron paz, libertad, democracia y con esas herramientas vamos a seguir construyendo el futuro.

Queremos compartir nuestros logros de estos últimos 40 años y nuestro espíritu transformador. En nuestro país se está gestando con fuerza, con mucha fuerza, una gran revolución que cambiará para siempre nuestra visión del mundo, que es la cuarta ola del feminismo. Puedo decir con orgullo que en mi país, España, la fuerza de la igualdad es imparable. Y hay dos citas en nuestro calendario que lo ejemplifican muy bien: una es el 8 de marzo, el Día Internacional de la Mujer, y otra es el Día del Orgullo LGTBI.

La voz enérgica de nuestras mujeres se oye con fuerza en todos los rincones del país y también del mundo. Y es que el machismo no es sólo es un asunto de Estado, sino también una preocupación cotidiana compartida por la mayoría social de mi país. Y la comunidad LGTBI nos ha dado una auténtica lección de Derechos humanos porque no hay mejor bandera que la que abraza la diferencia como riqueza humana.

Presidente,

España es hoy una potencia de relevancia geoestratégica y con vocación global. Una democracia comprometida, que lleva décadas participando activamente en las misiones de paz de Naciones Unidas, implementando en nuestro territorio las políticas de profundización democrática y expansión de derechos y libertades que aquí se promueven.

Y, como miembros de pleno derecho de esta Organización, reivindicamos también un cambio. Las contribuciones históricas de Naciones Unidas son numerosas y son incuestionables, pero la gente espera aún más de nosotros. Parece que tenemos reflejos lentos y una capacidad de reacción, a veces, aletargada. Y no vamos a poder responder con altura a nuestros desafíos si no somos capaces de dar lo mejor de nosotros y nosotras mismos. Es, en consecuencia, la hora de la acción.

Distinguida Asamblea,

Vivimos tiempos de paradojas, de enormes contradicciones; tiempos en los que conviven la miseria, la pobreza, la exclusión social con la transformación digital y la revolución tecnológica. Tiempos en los que somos cada vez más conscientes de lo que tenemos frente a nosotros y de cómo lo que pasa al otro lado del mundo también tiene consecuencias en nuestro entorno más inmediato. Y, sin embargo, no somos capaces de reunir el valor necesario para sentarnos en la mesa y alcanzar los consensos que hacen falta para afrontar los problemas entre todos.

Los retos mundiales exigen acciones coordenadas a nivel global; esto es evidente. Son reflexiones de un auténtico cambio de era, de un escenario nuevo en la historia de la humanidad. Las grandes transformaciones representan amenazas, sin duda alguna, pero pueden también representar oportunidades. Grandes oportunidades.

Por eso, todas las respuestas que busquen el mantenimiento del estatus quo y la vuelta a un pasado idealizado, que no fue tal si lo miramos con términos objetivos, están condenadas a fracasar.

Quienes se encierran ahora en el discurso del proteccionismo o del ultranacionalismo; en definitiva, en el discurso del miedo, están profundamente equivocados. Mirando hacia atrás no conseguimos que el futuro desaparezca, únicamente conseguimos desaparecer nosotros en ese futuro.

Los cambios que he enumerado no van a detenerse, no van a respetar fronteras, tampoco ningún tipo de muro por muy alto que sea. Es preciso, por el contrario, tomar conciencia de que ese futuro solo podremos ganarlo si lo abordamos con empatía, con valentía, con cooperación y con liderazgo. Si somos ambiciosos y conscientes de que el multilateralismo no tiene ninguna alternativa realista en el mundo de hoy.

El futuro será lo que nosotros queramos que sea. Está en nuestras manos. Y esta Casa, la de Naciones Unidas, tiene mucho que decir al respecto. Es posible, así que actuemos.

El Acuerdo Climático de París, la Agenda 2030, entre otros, contienen el diagnóstico, los objetivos, la hoja de ruta. Nos hemos empleado estos años para darle forma, también para lograr consensos, y no ha sido fácil pero lo hemos hecho. Porque necesitamos un futuro que incluya a todos, que no deje a nadie atrás, a ningún país, a ninguna región y tampoco a ningún ser humano.

Nuestra tarea en este momento no es la de seguir reflexionando, seguir debatiendo, sino la de convertir los objetivos de desarrollo sostenible en una realidad.

Las decisiones que ahora tomemos marcarán el futuro de las próximas generaciones. En consecuencia, no actuar ya no es una elección, es una enorme irresponsabilidad.

Acabo de referirme a la Agenda 2030 y a los objetivos de Desarrollo sostenible. Y quiero desarrollar esta última palabra, que es, a mi juicio, esencial en el mundo que vivimos, que es la palabra «sostenibilidad». Nada que no sea sostenible es ya aceptable. Y esto, como ustedes saben, no es una opinión ideológica sino una contundente evidencia científica. Por más que le pese a algunos, es una contundente evidencia científica: necesitamos salvar a nuestro planeta. Y nadie debe quedar al margen de esa responsabilidad.

Estamos frente a una emergencia climática, se ha dicho aquí, que no admite ningún tipo de excusas. Y esta emergencia nos exige transformar nuestra manera de pensar, de producir, de consumir… En definitiva, de vivir.

ctuemos ya para responder a la emergencia climática, y hagámoslo desde un plano multilateralista porque el huracán Doria, en Estados Unidos, la gota fría en España de hace unas pocas semanas, la desertificación de Senegal… son los síntomas de un mismo mal. Las soluciones locales, las soluciones nacionales tan necesarias no son suficientes. En consecuencia, actuemos. Actuemos, por ejemplo, para reconocer a algunos ecosistemas como bienes públicos globales con un estatuto propio.

España está haciendo un gran esfuerzo para formar parte del grupo de países que lideran la agenda climática. Constituye uno de los ejes centrales de mi programa como Gobierno y queremos demostrar con hechos nuestro firme compromiso. Nos hemos propuesto descarbonizar nuestra economía en el año 2050 de manera socialmente justa, solidaria, eficiente, sin dejar a nadie atrás. Y, para ello, hemos aprobado y presentado un ambicioso marco estratégico de energía y de clima.

Nos planteamos el reto del cambio climático como una gran oportunidad, no como una gran amenaza, para transformar nuestro modelo económico, para modernizar nuestro mercado de trabajo, crear empleo de calidad, ganar seguridad energética y en innovación, mejorar la salud de los ciudadanos y posicionar a nuestro país, a España, en la primera de línea de las tecnologías que dominarán el próximo siglo.

La emergencia climática también exige la movilización de recursos financieros a todos los niveles. Y por este motivo anuncié en la Cumbre de la Acción Climática el pasado lunes que España contribuirá con 150 millones de euros al Fondo Verde del Clima en los próximos cuatro años. También ratificaremos la enmienda de Kigali al protocolo de Montreal y vamos a aportar dos millones de euros al Fondo de Adaptación.

Creo que todos los que estamos aquí presentes hemos visto la foto, muy reciente, de unos perros tirando de un trineo sobre las aguas descongeladas de Groenlandia. No era un montaje. La temperatura de las aguas de esa zona ha aumentado cinco grados en tan sólo un año. Y eso es una auténtica lacra, como lo es también ver arder el Amazonas ante la mirada impotente de las poblaciones indígenas.

¿Por qué no actuamos con la suficiente contundencia? Ya tenemos ejemplos de buenas prácticas que hay que reivindicar. Los esfuerzos conjuntos, por ejemplo, durante décadas bajo el marco del Protocolo de Montreal están dando sus frutos. Está siendo efectivos. Y estamos regenerando nuestra capa de ozono. También tenemos buenas ideas. Pongamos en marcha el Green New Deal.

La emergencia climática es la gran amenaza de nuestra era pero tenemos alternativas y, por tanto, tenemos que actuar.

Señor presidente,

Además de la sostenibilidad necesitamos mucha más justicia social. Justicia social. Los llamados millenials, centenials… hoy tienen un 20% menos de posibilidades de ser clase media que sus padres. También tienen menos opciones de trabajar en aquello con lo que tienen cualificación. Porque las empresas, por ejemplo, de reparto online están llenas hoy de graduados universitarios.

La brecha de la desigualdad no para de crecer. Algunos informes recientes apuntan a que en el año 2030 el 1% de la población mundial acumulará dos terceras partes de la riqueza total de nuestro planeta. Y esta, siendo una cifra dramática, no es la peor cifra de todas. Porque, según los datos de la FAO, más de 800 millones de seres humanos en nuestro planeta padecen hambre en el mundo.

Y es que los conceptos de sostenibilidad, de justicia y de dignidad humana no se pueden entender sin la necesaria e incansable lucha contra el hambre, la pobreza y también la precariedad.

Todos estos conceptos están recogidos en la Agenda 2030 y nos exigen transformar nuestras sociedades en profundidad, de manera estructural, pero no podremos hablar realmente de progreso si no ponemos al ser humano en el centro de nuestras políticas. Porque a la cuestión del progreso hay que darle una respuesta progresista.

La globalización debe basarse en derechos, en libertades, en acciones para frenar la desigualdad y la degradación medioambiental. Todo, en definitiva, está interconectado.

La deslocalización industrial genera desempleo en la región de salida, pero también un impacto medioambiental en la región de llegada. El calentamiento global afecta a los medios de vida de los países del Sur, pero también provoca movimientos migratorios hacia el Norte.

Los países ricos del Norte caen seducidos por el racismo, el discurso del odio, y echan la culpa a los migrantes de sus problemas del primer mundo. Las desigualdades en el Estado de bienestar son caldo de cultivo para que el analfabetismo y las pandemias campen por sus anchas en los países en desarrollo. Actuemos.

España, les puedo asegurar, señorías, está haciéndolo. Y, en este sentido, me gustaría compartir dos importantes anuncios. El primero de ellos es que España aportará 100 millones de euros en cinco años al Fondo Conjunto de Naciones Unidas para los Objetivos de Desarrollo Sostenido. Y el segundo anuncio es que España va a volver a la comunidad de donantes del Fondo Mundial para la Lucha contra el Sida, la Tuberculosis y la Malaria, realizando una aportación de 100 millones de euros durante los próximos tres años.

Señor presidente,

Hablemos también de la transformación tecnológica y de los cambios del orden económico-mundial. La revolución tecnológica ha transformado ya, lo saben ustedes, de manera profunda nuestras sociedades. Y lo va a seguir haciendo sin que seamos capaces de atisbar sus límites, sus potencialidades y también los riesgos que ello entraña. Nuestros sistemas de producción, de consumo, de salud, de transporte o, incluso, de socialización y de seguridad están cambiando radicalmente.

Para que se hagan una idea, la tecnología del móvil que tenemos en el bolsillo es superior a la que se usó para enviarnos a la luna la primera vez. También tenemos nuevos fenómenos antes absolutamente inimaginables y que pueden poner en jaque a los Estados: los ciberataques, las fake news, constituyen distintas manifestaciones del uso tecnológico como arma de desgaste trasnacional.

Pero, sin embargo, el Big Data, la inteligencia artificial, el internet de las cosas… son conceptos, términos, que sólo una parte del mundo puede experimentar. Porque no todo el mundo puede ser operado por un robot; porque la desigualdad también es una desigualdad tecnológica y porque luchar contra la desigualdad tecnológica también es un objetivo de desarrollo sostenible.

Ante el carácter disyuntivo de esta revolución debemos velar desde la esfera pública porque el progreso esté al servicio del ser humano. Los empleos del futuro serán distintos, diferentes. Como se dice en muchas ocasiones, no sabemos exactamente en qué van a emplearse ni el trabajo de nuestros hijos y de nuestros nietos, pero lo que tenemos que tener muy claro es que esos empleos pueden ser distintos, diferentes, pero tienen que ser dignos.

El transporte del futuro será más rápido pero deberá ser sostenible, asequible y accesible también para las personas con discapacidad.

El futuro que queremos también ha de ser capaz de crear riqueza y de distribuirla de manera justa. Sin embargo, las tensiones comerciales representan una gran amenaza para la prosperidad; la estabilidad de la economía mundial, en definitiva, está en juego.

Frente a la desconfianza y la guerra sucia es necesario tender puentes. Y un ejemplo de ellos son los nuevos acuerdos comerciales alcanzados por Mercosur y la Unión Europea recientemente que apuestan por la apertura de la economía al comercio al tiempo que protegen los derechos laborales, sociales y medioambientales. Porque el estallido de una guerra comercial de consecuencias impredecibles puede y debe evitarse. Está en nuestras manos abandonar las acciones unilaterales y resolver nuestras diferencias en el marco del sistema multilateral del comercio basado en reglas, con la Organización Mundial del Comercio en el centro, que, lógicamente, tiene que ser reformada.

Señor presidente,

Permítame insistir en que mi visión de un mundo justo no puede entenderse sin un principio básico fundamental, que es el principio de igualdad de género. De igualdad entre hombres y mujeres. Lo he dicho en más de una ocasión y me reafirmo hoy en ello. Yo soy un presidente feminista y tengo el honor de formar parte de un Gobierno feminista. Mi compromiso en este ámbito es total. Por eso vamos a impulsar desde España la lucha contra la violencia machista aquí y, también, en el conjunto de la Unión Europea, incorporando las recomendaciones de Naciones Unidas Mujeres e impulsando en la Unión Europea una estrategia europea sobre género que tiene que ser vinculante para todos y cada uno de los países de la Unión Europea.

Trabajaremos por una definición conjunta del feminicidio y por una legislación homogénea sobre esta materia. Seguiremos liderando el expediente de Mujeres y Paz y Seguridad. Hemos promovido también, junto con Finlandia, la Iniciativa Commitment 2020-2025, con ambiciosos compromisos para que de aquí a cinco años la inclusión de las mujeres en procesos de paz esté garantizada y no constituya una excepción. Y durante este periodo de sesiones, además, vamos a celebrar el vigésimo quinto aniversario de la Declaración y Programa de Acción Pekín.

Defenderemos con firmeza los consensos forjados a lo largo de más de dos décadas. No podemos retroceder en materias como el acceso universal a servicios sanitarios de salud sexual y reproductiva. No podemos consentir que una mujer se suba a una patera engañada por una mafia de explotación sexual. No podemos consentir los matrimonios forzosos ni tampoco la ablación genital. No podemos permitir que se sigan violando los derechos de la mitad de la raza humana en todos los rincones de nuestro planeta. Debemos actuar.

Señor presidente,

Las migraciones forman parte de la naturaleza humana y constituyen un fenómeno extraordinariamente complejo dentro del marco actual de nuestras sociedades. Por eso tenemos la obligación de regularlo.

Cuando la migración es segura, ordenada y se aborda de manera integral enriquece a todos los que se ven implicados en ella. Desde España apostamos decididamente por la estrecha cooperación entre los países de origen, tránsito y destino. Así que digamos «no» a las políticas viscerales y simplistas que nacen del odio y del rechazo. Tenemos que seguir trabajando para lograr una respuesta conjunta, coordinada ante el desafío humanitario de la migración.

Tenemos que cumplir con nuestros compromisos en el Derecho Internacional, humanitario. Tenemos que cumplir con los Acuerdos de Marrakech. Tenemos que ser consecuentes con nuestra responsabilidad como países de refugio. Superemos la dinámica actual de soluciones temporales. Despertemos y busquemos una respuesta solidaria y global.

Señor presidente,

Me preocupan los conflictos del panorama internacional, me preocupan las consecuencias de la guerra, las tensiones geopolíticas que acaban afectando, como siempre, a los más débiles, a los más vulnerables; en particular, a las mujeres y a las niñas.

El Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados nos sigue dando una cifra alarmante: 70 millones de personas, de seres humanos, se encuentran desplazados de manera forzosa y, de entre ellos, casi 26 millones son refugiados. Esto es inaceptable. Me preocupa el impacto regional que puede tener la crisis libia, también el Sahel es un foco de inestabilidad pero África es, ante todo y sobre todo, para un país como España, sinónimo de esperanza, de oportunidades.

A pesar de los grandes desafíos a los que se presenta África, seis de cada diez países que más crecen en el mundo están ahora mismo en ese Continente. Y, por ello, nos implicaremos de manera directa para contribuir al pleno desarrollo de sus capacidades y a su transformación en un Continente de oportunidades democrático y en paz.

El conflicto isralo-palestino es una asignatura pendiente de la Comunidad internacional. España apuesta firmemente por la solución de dos Estados. Reivindicamos el respeto y la aplicación del acervo de Naciones Unidas: Israel y Palestina tienen derecho a vivir en paz y seguridad en sus propios Estados y la Comunidad Internacional debe acompañarlos en el proceso de facilitar ese acuerdo.

La situación en el Sahara occidental también está en la Agenda. Como Gobierno de España defendemos la centralidad de Naciones Unidas y deseamos contribuir a los esfuerzos del Secretario General para alcanzar, como establece las resoluciones del Consejo de Seguridad, una solución política justa, duradera y mutuamente aceptable en el marco de los principios y los propósitos de la Carta de Naciones Unidas.

Me preocupa la escalada de tensión en el Golfo, la posibilidad de que un error en la respuesta degenere en un conflicto de consecuencias graves, gravísimas, en Oriente Próximo. Llamamos a la contención de las partes de los actores regionales y aplaudimos los esfuerzos de mediación.

El desmantelamiento del acuerdo nuclear con Irán significaría un gran fracaso internacional. Constituye un elemento clave de la lucha contra la proliferación nuclear y un hito esencial para la seguridad de la región.

La situación en Siria es una de las más dramáticas. Nos importa y nos preocupa mucho al Gobierno de España. Ocho años de conflicto deja un balance absolutamente estremecedor: más de 400.000 muertes, 5,6 millones de refugiados, un 80% de la población siria bajo el umbral de la pobreza y 11,7 millones de personas con necesidades humanitarias.

Naciones Unidas puede ofrecer una salida a este conflicto civil y humanitario. La presión debe ser máxima, al igual que el apoyo del Gobierno de España al enviado especial, el Secretario General de Naciones Unidas.

La amenaza del terrorismo a nivel global sigue existiendo. Los combatientes terroristas extranjeros retornados son una fuente de preocupación para los Gobiernos. Es esencial impulsar la cooperación judicial internacional, el control de los desplazamientos así como también la obtención de pruebas y un adecuado tratamiento de los presos.

Todo ello sin olvidar la debida solidaridad con las víctimas del terrorismo.

No puedo dejar de referirme tampoco a la situación de un país hermano como es Venezuela. España desea que sean los propios venezolanos y venezolanas quienes decidan libremente sobre su futuro. Así que consideramos esencial la celebración de elecciones presidenciales libres, democráticas, transparentes, con todas las garantías. Es la única manera de que regresen a la normalidad democrática e institucional en ese país hermano que es Venezuela.

Hay, por otro lado, otro acontecimiento internacional que, pese a no ser de carácter violento, me inquieta. El Reino Unido, como saben, ha decidido abandonar la Unión Europea. Lo respeto, aunque, lo he dicho en muchas ocasiones públicamente, lo lamento profundamente. Deseo que su salida se produzca de una forma ordenada en beneficio de los ciudadanos europeos y británicos y en beneficio, también, de los agentes económicos que necesitan seguridad jurídica.

El calendario de los plazos apremia, y no debemos escatimar esfuerzos para intentar una salida ordenada.

La salida del Reino Unido de la Unión tendrá consecuencias lógicamente para Gibraltar y deseo que, dentro del respeto a la doctrina de Naciones Unidas con la que España se alinea completamente, trabajemos por el desarrollo de un área de prosperidad que abarque todo el espacio de Gibraltar y también el Campo de Gibraltar y contribuya a lograr la convergencia social y económica para toda la zona.

Señor presidente,

Voy concluyendo mi intervención reforzando la reflexión inicial. Para lograr el mundo que queremos necesitamos un método de acción. Necesitamos reforzar el multilateralismo. Es la única herramienta para dar solución a los desafíos que hemos nombrado: el hambre, la emergencia climática, la revolución digital, la desigualdad económica y social, la desigualdad de género, la violencia de la guerra y, también, la discriminación.

Observamos con inquietud algunas actitudes que cuestionan consensos muy elementales en este territorio. El repliegue proteccionista, ultranacionalista, amenaza las normas que contribuye la convivencia pacífica, el progreso, la prosperidad global. Por ello debemos dotar al multilateralismo de capacidades para que sea activo, inclusivo, eficaz. Y en este sentido apoyamos al Secretario General de Naciones Unidas en sus esfuerzos para lograr la reforma de esta honorable organización.

Señor presidente,

Mientras he hablado algunos de los migrantes que huyeron de la pobreza habrán alcanzado su sueño de lograr un futuro mejor. Yo deseo que gracias a la respuesta que demos entre todos a la emergencia climática los campos de su tierra natal vuelvan a ser fértiles para que nadie más se vea obligado a marchar.

En estos minutos un paciente ha sido curado gracias a la inteligencia artificial. Yo deseo que la tecnología siga progresando para mejorar eso: la vida y el bienestar de las personas. No de unas; de todas las personas. Y en estos minutos, muchos repartidores han llegado con sus bicicletas a su destino, han entregado sus pedidos, y yo deseo que las condiciones laborales de todos ellos y de todas ellas recobren la dignidad.

Señor presidente,

En definitiva, lo que tenemos que proponernos es hacer de las Naciones Unidas un actor protagonista del mundo que queremos. Hagamos de Naciones Unidas que, en definitiva somos los 200 países aquí presentes, una Organización que actúe con contundencia y lo haga ya.

Muchas gracias por su atención.