Prohibición a la milicia Nacional de discutir, deliberar ni representar sobre asuntos públicos

Ya saben los Sres. Diputados cuán enemigo soy de molestar su atención; procuro hablar pocas veces, y en ellas lo menos que es posible. El Sr. Navarro Zamorano ha tenido la bondad de aludirme en su discurso, refiriéndose al que yo tuve la honra de pronunciar aquí el miércoles próximo pasado.

Su señoría le ha dado la interpretación de semi-ministerial y de semi-oposición, suponiendo que tenía el carácter de ser la mitad de oposición y la mitad ministerial.

Y como quiera que a renglón seguido me hizo el obsequio de calificar de graves mis palabras, naturalmente debo suponer que quiso entrar en el santuario de mis intenciones; pero S.S. equivocó la entrada. No fue mi intención hacer un discurso semi-ministerial, semi de oposición.

Cuando yo trate de hacer un discurso ministerial, que será cuando lo crea necesario, de otra manera he de hacer la defensa del Ministerio; cuando tenga necesidad de atacarle, que será siempre que lo crea conveniente, entonces le aseguro al Sr. Navarro que verá la diferencia entre un discurso de oposición hecho por este Diputado, y un discurso de razonamientos, de principios políticos, que es lo que yo hice en aquel a S.S. se refiere.

Al tener en cuenta que el proyecto de ley que estamos ahora discutiendo había sido traído por una manifestación que se decía hecha por la Milicia Nacional de Madrid pidiendo la destitución de algunos Consejeros de la Corona; al rechazar yo toda clase de manifestaciones, al protestar contra ésta, dije a los Sres. Diputados: si algunos Consejeros de la Corona no merecen la confianza del país, dentro de la Constitución, dentro de las prácticas parlamentarias, dentro del sistema representativo tenéis el medio mejor para evitar que esos Ministros continúen en sus puestos; pero no permitáis nunca que una fuerza exterior, y mucho más todavía una fuerza armada venga a hacer lo que solo a vosotros pertenece. Y como quiera que yo creo que algunos Ministros, por más que merezcan mis simpatías, no tienen las del país, no merecen la confianza del pueblo, decía yo: si vosotros no queréis que continúen; si es por eso, sin embargo de que son muy dignos, proponed un voto de censura, que yo le firmaré, yo le apoyaré, yo le votaré.

Pero cuando yo estaba diciendo esto, oí a uno de mis compañeros que cerca de mí se encontraba, que decía: el conflicto queda siempre en pie, porque el Duque de la Victoria no quiere separarse de sus compañeros. Volviéndome yo, dije: ese conflicto no existirá, y para que no exista, apelad al patriotismo del Duque de la Victoria y decidle que no es conveniente que haga solidaria su permanencia en el Ministerio con la permanencia de los demás Ministros, y no lo dudéis, el Duque de la Victoria variará o reformará ese Ministerio. No, Sr. Navarro; no fue mi objeto hacer un discurso semi-ministerial y semi de oposición; mi objeto fue elevar la discusión a la altura que debía tener, a la de los principios; y si no lo he conseguido, culpa será de mi escaso talento, mas no de mi buen deseo e intención.