Al enemigo

Largo tiempo habéis combatido con más valor que fortuna en defensa de una causa que criminales ambiciosos han querido pintaros como justa. Vuestra sangre ha corrido á torrentes por dejaros alucinar con mentidas promesas, experimentando desgracias en casi todos los puntos en que habéis peleado y la ocupación reciente de las líneas de Oriamendi, de Hernani, Astigorriaga, Oyarzun, Irun y Fuenterrabía, la pérdida de la artillería y demás recursos que encerraban los dos últimos como la rendición de sus guarniciones que se hallan en nuestro poder os demuestra de un modo evidente que son inútiles los esfuerzos de los que en nada les importa que perezcáis todos con tal que su ambición y codicia quede satisfecha. Justo es ya cesen las desgracias que afligen vuestras familias y que vosotros depongáis las armas, volviendo á ocuparos en vuestras labores y á contribuir de un modo verdaderamente honroso á restablecer la paz y felicidad de que antes gozabais. De vosotros depende únicamente termine una guerra que ha consumido la juventud hermosa que hacia el ornato de vuestras provincias y que cada día que pasa arrebata nuevas víctimas. Comparad vuestros recursos para sostenerla con los que nosotros tenemos á nuestra disposición. Contad el número de nuestros soldados, el de nuestra caballería y artillería, muy superior al vuestro, miradnos apoyados por naciones poderosas, cuyos hijos combaten á nuestro lado, en tanto se os engaña con auxilios extranjeros que nunca habéis visto llegar á nosotros, ocupando las plazas y principales ciudades que solo pisareis como hermanos ó como rendidos y, en fin, alimentado este ejército con los productos de casi toda España, mientras vosotros os veis obligados á devastar vuestro país. ¿Qué esperáis, pues? Venid á colocaros á nuestro lado y á recibir los cuidados de una reina, delicia de los españoles, que á pesar de vuestro extravíos suspira constantemente por haceros felices. Aprovechad las seguridades que os presentan para conseguirlo, pues como general en jefe de este ejército y en nombre del legitimo gobierno de la reina doña Isabel ll os ofrezco. Serán reconocidos los empleos de todo general, jefe, oficial y sargento que en el término de un mes contado desde la fecha se presentare con una fuerza igual á la que por su clase le corresponda mandar y destinados á continuar sirviendo en nuestras filas ó á retirarse á sus hogares, según mejor les conviniere. Los individuos de la misma clase que se presentaren aislados y en el indicado plazo les será reconocido el empleo inmediato inferior al que hayan obtenido en las filas enemigas, si antes no hubieren servido en la nuestras; pero los que procediesen de éstas conservarán los mismos empleos y consideraciones de que gozaban. Los individuos presentados de las clases de tropa quedarán en libertad de continuar sirviendo en nuestra filas, con la facultad de elegir el cuerpo á que hayan de ser destinados ó retirarse á sus hogares ó putos ocupados por nuestras tropas, donde encontrará toda seguridad y protección. No os detenga ninguna especie de temor ni creáis herido vuestro amor propio para adoptar el único partido que os queda de salvación, pues en las guerras civiles no hay gloria para los vencedores ni mengua para los vencidos. Tened presente que cuando renace la paz todo se confunde y que la relación de los padecimientos y desastres, la de los triunfos y conquistas, se mira como patrimonio común de los que antes pelearon en bando contrarios. Pero al mismo tiempo no olvidéis que si concluido el plazo que se os señala no habéis cedido al convencimiento y á la razón, entonces reflexionar en vuestra futura suerte.

Enviado por Enrique Ibañes