A las Vascongadas

Ha llegado la ocasión de que os convenzáis cuan engañados os tienen los agentes de la usurpación mas injusta y los autores de los males que afligen unas provincias risueñas y felices otro tiempo, asoladas y abatida en la actualidad. Las tropas vencedoras de vuestra legitima reina Doña lsabel II, que defienden la causa sagrada de la patria, ocupan á Hernani, Astigarraga, Oyarzun, lrun y Fuenterrabía, sin que nada haya podido detener su esfuerzo. Y entretanto ¿qué han hecho los que abusando de vuestra sencillez y docilidad arrancaron de las labores del campo y del cuidado de sus familias á aquellos que no siendo útiles para llevar las armas los emplearon en levantar esas inmensas líneas de parapetos y esas fortificaciones que circundan á Oriamendi y en inutilizar vuestros caminos y puentes malgastando así vuestro sudor y vuestros intereses?: Abandonaros á vosotros mismos y haceros más desgraciados todavía, obligándoos á huir á las montañas. Volved la vista vascongados y navarros á vuestra situación actual y decid con la franqueza e ingenuidad que os distingue qué bienes habéis conseguido en compensación de tantas desgracias como han caído sobre vosotros desde el principio de esta desastrosa guerra. Vuestros hijos y hermanos han perecido en los campos de batalla ó en los hospitales ó han quedado inutilizados para continuar ganando su subsistencia, sin que nada pueda consolaros de su pérdida. Vuestros campos están yermos por falta de brazo para la Iabranza ó despojados de sus frutos para alimentar á vuestros opresores, sin que éstos os remuneren con el más ligero alivio en el pago de las terribles contribuciones con que os agobian. Vuestros pueblos y caseríos, incendiados y destruidos, os han privado de los hogares en que vivíais pacíficos, en tanto que los que nada les importan nuestros males se gozan y sonríen en las mejores poblaciones. ¿Y para que han servido tantos sacrificios?: Para tener las ridículas pretensiones de unos hombres que no os prestan mas utilidad que la de rodear al que titulan su soberano, para apoderarse de sus gracias y obtener la promesa de empleos y pensiones, que si lo que no es posible consiguiesen había de ser á costa de vuestros verdaderos intereses. Examinadlos y veréis qué confianza pueden inspirar á vuestra notoria honradez unos hombres que después de haber jurado fidelidad y obediencia á su verdadera Reina abandonaron su causa porque temieron verse despojados de lo que injustamente adquirieron ó por huir del castigo que merecían sus crímenes y sus dilapidaciones. Estos mismos que no se cansan de engañaros os dicen que peleáis en defensa de vuestros fueros, pero no los creáis. Como general en jefe del ejército de la Reina y en nombre de su gobierno os aseguro que estos fueros que habéis temido perder os serán conservados y que jamás se ha pensado en despojaros de ellos. ¿Y cómo podría suceder tal error bajo un régimen de instituciones como el que rige a la nación española, fundado en leyes tan libres como las que os han hecho felices por tanto tiempo?.

Semejantes advenedizos extranjeros á vuestro país quieren alucinaros pintándonos como unos hombres sedientos de sangre y de rapiñas, pero preguntad á los pueblos que ocupamos en esta provincia, á los de Durango, Elorrio, Zornoza y demás de Vizcaya que han recorrido nuestras tropas cómo han sido tratados sus habitantes y propiedades, si no han sido satisfechos de cuanto nos han suministrado y si nuestro comportamiento no les era más grato que el de los que así nos injuriaban. Ya es tiempo de que cesen vuestros padecimientos y la bondadosa Reina madre de los españoles os espera para abrazaros, pues solo mira en nosotros unos hijos dignos de sus cuidados. Concluya de derramarse inútilmente tanta sangre que la España necesita para ser rica y poderosa. Deponed las armas que solo han servido para vuestra ruina y venid á reuniros con vuestros hermanos que solo desean vuestra felicidad y estrecharos contra su corazón para hacer ver al mundo que todos somos españoles, hijos de una misma patria.

Volved pacíficos á vuestros hogares y al seno de vuestras familias ó á los puntos ocupados por nuestras tropas, según mejor convenga, seguros que no solo no seréis molestados sino que, antes bien, encontrareis la protección que merece vuestras desgracias.

Vascongados y navarros, persuadíos que no es vuestra debilidad ni la escasez de medios la que nos obliga á hablaros así. Cuando las armas de la Reina y de la patria se hallan vencedoras, os tendemos una mano de reconciliación. Un mes os queda para que reconociendo vuestros sufrimientos arrojéis ignominiosamente de vuestro lado á los que por espacio de tres y medio han abusado de vosotros. Concluido aquel plazo, si la guerra continua, entonces culparos á vosotros mismos de vuestras desgracias, que a nosotros siempre nos quedará la gloria de haber puesto de nuestra parte los medios de hacerla cesar cuando tenemos inmensos recursos para sostenerla por largo tiempo.

Enviado por Enrique Ibañes