Toma de posesión de la Primera Presidencia

No podemos seguir así. La Argentina no se merece este presente; la Argentina se merece un futuro de felicidad y de gloria»

«Compañeras y compañeros; hermanas y hermanos de mi patria; ilustres hermanos que nos visitan, de Latinoamérica y el mundo; amados niños: hoy es un día fundamental para la suerte y el futuro de la República Argentina. Hoy consolidamos la democracia y la libertad que tanto nos costara conseguir en largos años de lucha.

Venimos a instalar un nuevo estilo en la vida política nacional y yo espero que se propague por toda Latinoamérica. Los gobernantes que surgen del pueblo deben permanecer junto al pueblo y trabajar sólo para el pueblo.

Y permítanme que haga una referencia breve pero importante, trascendente y significativa para mi vida. En este mismo balcón estuvieron muchos presidentes de la Argentina, pero hay uno que fue mi maestro, de quien me considero su discípulo: el tres veces Presidente de los Argentinos, teniente general Juan Domingo Perón.

A los jóvenes que no conocieron a nuestro líder y a quienes peinan canas que sí lo conocieron, yo les quiero expresar que lo que estoy haciendo con la cooperación de todo el pueblo es seguir el mensaje de Eva Perón y de Juan Domingo Perón: la unidad del pueblo argentino por sobre todas las cosas.

Yo decía en horas de la mañana, al prestar juramento ante la Honorable Asamblea Legislativa, que ha llegado el momento del reencuentro de todos los argentinos y de todos los habitantes de esta bendita tierra. Ha llegado el momento en que los argentinos nos dejemos de mirar como enemigos para empezar a mirarnos como verdaderos hermanos ante Dios, ante la Patria y ante este glorioso pueblo.

En este día de fiesta y vísperas de uno de los días más importantes en la gesta histórica de nuestra querida Patria, yo quería decirles de mi irrevocable decisión de trabajar incansablemente por la grandeza de la Patria, por la felicidad del pueblo, por la unidad nacional, por la unión latinoamericana. En fin, trabajar incansablemente por aquellos que tienen hambre y sed de justicia en nuestra Patria.

Trabajar para que nuevamente un canto de felicidad celebre a lo largo y ancho de nuestro inmenso territorio.

Levantamos las banderas de siempre, las banderas de nuestros antepasados, de nuestros próceres, de nuestros líderes; pero no podemos equivocarnos una vez más, vivimos en otras épocas y en otros tiempos.

El mandato del General era actualizar nuestra doctrina, nuestros principios a partir de nuestra ideología y actualizar nuestra doctrina y nuestros principios, es reubicar a la Argentina en el contexto de todas las naciones del mundo a partir de un pueblo unido.

Este es el mandato de la historia, ese es el mandato de los que hicieron la Patria; este es el mandato también de aquellos a quienes he mencionado en todos mis mensajes: es el mandato de los niños pobres que tienen hambre; es el mandato de los niños ricos que tienen tristeza, es el mandato de los hermanos sin trabajo, es el mandato de los hermanos sin techo, de la mesa sin pan; es, en definitiva, el mandato de la República Argentina que nos convoca y nos desafía para devolverle el lugar que se merece en el contexto de las naciones del mundo.

Cuando yo les pido que me sigan, les pido que me acompañen y que me sigan para que todos juntos podamos hacer la Patria que merezca ser vivida.

No soy mago, no soy brujo, no soy milagrero; solo no podré hacer nada, con ustedes haremos mucho por nuestro pueblo, por nuestra Argentina.

Argentina pasa por la peor crisis de su historia. Esto lo saben todos, no hace falta que yo traiga aquí nuevamente una serie de datos y de antecedentes sobre esta situación.

No miremos hacia el pasado, ubiquémonos en este presente y miremos hacia el futuro: pongamos en marcha lo que hemos dado en llamar la Revolución Productiva. No es posible que en esta patria querida donde tenemos alimentos, materias primas, recursos energéticos, recursos humanos; haya crecido la marginación social y cerca de ocho millones y medio de argentinos vivan en pésimas condiciones. Tenemos que hacer lo imposible para que a partir de una acción de gobierno que posibilite el crecimiento y la liberación de esos recursos, podamos crear riquezas y distribuirlas con un auténtico sentido de justicia social.

Basta de esta situación donde viven bien los que no hacen nada y donde viven muy mal los que trabajan todos los días del año.

Hermanas y hermanos, compañeras y compañeros de mi patria, hermanos argentinos, amados niños: podríamos seguir hablando de otras cosas. Se que ustedes están desde muy temprano aquí en este lugar, en esta gloriosa Plaza de Mayo. Nuestra plaza de la República y del pueblo; simplemente les quiero pedir que no bajen los brazos, vienen días muy duros, pero vienen días duros donde vamos a sembrar para que dentro de un tiempo prudencial podamos cosechar excelentes frutos. No podemos seguir así. La Argentina no se merece este presente; la Argentina se merece un futuro de felicidad y de gloria. Primero la Argentina, primero la Patria, después el pueblo, por Dios, y por último los hombres. Tienen que comprender los dirigentes que hay que jugarse hasta las últimas consecuencias en unidad nacional por los sagrados intereses de la República Argentina y de Latinoamérica.

Finalmente, le pido a Dios, fuente de toda razón y justicia que nos acompañe en esta verdadera tarea y en este excepcional desafío que nos plantea el destino.

Le pido a Dios que bendiga este maravilloso pueblo, que bendiga a quienes el pueblo a elegido el 14 de mayo, para que todos juntos marchemos hacia el destino de grandeza que se merece nuestra Patria.

Por Dios, levantemos nuestros brazos, aunemos nuestros corazones y nuestras voluntades; la Patria nos espera, el futuro nos espera.

Yo prefiero, como decía esta mañana, que las generaciones futuras digan que Menem fue un buen presidente, y que no vayan a decir que Menem se dejó fascinar por el aplauso permanente de los adulones, como decía el general Perón.

Menem está aquí, para trabajar con ustedes, junto al compañero Duhalde, y llevar un poco más de felicidad al pueblo de la Patria.

Hermanas y hermanos, por la Patria, por el pueblo, arriba nuestros corazones.

Hagamos flamear todas las banderas, la bandera de la Argentina, la bandera de la fe que es la bandera de Dios, la bandera de la esperanza que es la bandera del pueblo.

Por Dios, todos juntos hacia el triunfo final, que Dios los bendiga.

Muchas gracias.